Esta sesión la dedico a la memoria de los dos mejores terapéutas que he tenido en mi vida, sin títulos, sin consulta y sin pagar tarifa. Mi abuela materna, Doña Tere y mi hermano menor Yonathan.

Mi abuela, nunca intervino en mis decisiones, cuando tenía problemas, simplemente me decía: «mijita, venga, se toma un chocolate con queso, una aguapanela o un tintico», y yo iba contándole mis cosas mientras que lloraba y comía. Al terminar la sesión, no se me solucionaba el problema de inmediato, pero me tranquilizaba y eso me permitía verlo todo con más claridad y responsabilidad. 

Mi hermano, en cambio, siempre era mi cesta de basura y mi saco de boxeo. Yo, sin saberlo, solía explotar con él, porque era el único que me aguantaba y no me juzgaba aunque la cagara. Cuando me veía triste, me molestaba de alguna manera e incluso me halaba el pelo haciéndome llorar, pero en realidad, yo no lloraba por el dolor físico sino por el emocional.  Yo lo mordía, le daba puñetazos, lo insultaba y él aguantaba mientras se reía.  Cuando ya me cansaba, nos abrazábamos y luego llegaba el momento feliz. «Comer helado o chocolatina y ver películas».  Esta era mi terapia preferida, porque me ayudaba a tomar decisiones claras y contundente, como terminar con el tóxico y mandarlo pa la mierdaaaa.